Grandes perdidas, pequeños substitutivos.

Supongo que ya va siendo hora de que haga esta entrada.

Hoy os quiero contar un poco de los 4 peores días de mi vida. Todo comenzó el jueves a la noche, llegue de clase y lo primero que me pregunto mi madre fue si havia visto a la gata, al contestarle que no mi madre me contó que la havia abierto la ventana para que saliera a la calle a eso de la primera hora de la tarde y eran las 10 de la noche y no havia vuelto.

Nos preocupo por que este donde este la tía es puntual para la hora de cenar, pero aquel día no lo fue. A las 11 de la noche pico a la ventana uno de los vecinos para decirnos que mi pequeña chipa, mi gatita, estaba tirada en medio del patio muerta. Hemos deducido que fue envenenada ya que el viernes encontraron otro gato muerto y un perro que estaba con vomitonas.

Durante dos días e llegado a estar con los ojos súper hinchados de tanto llorar, no me lo pude creer a ella que la conocía todo el vecindario, que se paseaba por el patio como si nada y se acercaba a todo el mundo para saludar, incluso era amiga de algunos perros, que ya me diréis como un perro y un gato se pueden llevar bien, jeje.

Supongo que mi familia lo a hecho para que no me coja ninguna depresión por como me lo tome, pero ahora mismo tengo en casa desde el domingo un cachorrillo de 25 días. El peque se llama Gus, como el ratón gordito de “la cenicienta” y es una delicia aunque me pase cada dos por tres con el biberón en la mano. Pero aun así sigo echándola mucho de menos.

Sigo sin entender como puedo salir un domingo de casa con la intención de dar una vuelta con los amigos por el barrio, y acabarlo pasando el día en el ZOO y encima llegar a casa y encontrarme que mi tío ha venido a vernos y nos trae la camada de sus perros y encima nos regala uno.

La vida da mil vueltas y hay que saber aceptarlas como se pueda.

En memoria de Chispa.

Un besazo y SED BUEN@S.